• Prey Thlock Village, Puok District, Siem Reap (Camboya)
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Nos conocimos trabajando en un hotel cerca de Siem Reap a principios de 2015.

Chamnan era profesor en el colegio público y en su tiempo libre enseñaba inglés a unos pocos niños/as de su aldea. Además entre varios amigos ayudaban a diferentes familias muy necesitadas.
En cambio, Alejandra estaba de viaje por el sudeste asiático haciendo voluntariados. Tuve la oportunidad de conocer la realidad y la situación social y educativa de la zona rural de Camboya. Chamnan me enseñó todo lo que pasaba, como se había llegado a esa situación y la pocas oportunidades de futuro que tienen los niños/as en la zona rural.  Fui durante unas semanas al colegio público con Chamnan y un día acompañé a Chamnan a llevar leche en polvo para un bebé huérfano. - La madre había muerto durante el parto y entre varios amigos habían recaudado dinero para comprar la leche de fórmula-

Al llegar a la aldea a más de una hora de la ciudad de Siem Reap uno niño llegaba caminando del colegio. Ese niño caminaba cada día más de una hora para llegar al colegio ya fuera a 45º o en pleno monzón. Chamnan comentó que quería recaudar dinero entre sus amigos para comprarle una bici. No me lo pensé dos veces y fuimos a buscarle una bici al mercado. Ese niño se fue a casa con unos ojos brillantes y una sonrisa de oreja a oreja. Era su primera bicicleta.  Ese día me di cuenta de todo lo que había tenido y nunca lo había valorado suficiente.

 

Unos días después lo expliqué a mi familia y nos enviarnos dinero para comprar 10 bicicletas.  Todo empezó en ese preciso momento. Fuimos familia por familia buscando que niño/a realmente necesitaba una bicicleta. Conocí a las familias, la historia de cada uno, sus situaciones y lo complicado que suponía que los niños/as estudiaran por la falta de recursos. Días más tarde nos juntamos todos en el mercado y repartimos las bicicletas. Todos llegaron vestidos de punto en blanco, era un día super especial para todos.

Después de eso seguimos colaborando directamente con familias en situaciones de emergencia: reconstruyendo casas, bicicletas, arroz...  todo lo hacíamos con la ayuda de familia, amigos y nuestros ahorros.  Nos habíamos convertido en el equipo perfecto y decidimos que para poder llegar a más niños/as y desarrollar la comunidad teníamos que dar un paso adelante.

En octubre 2015 constituimos la Fundación Camboya Sonríe y pocas semanas después empezamos a construir el colegio. Chamnan cedió parte de su tierra y Alejandra puso sus ahorros. En 2015 construimos la biblioteca y enseñábamos al aire libre, eran 50 niños/as y nosotros dos.

Poco a poco fuimos mejorando las infraestructura del cole y ampliando las plazas gradualmente. Consecuentemente el equipo poco a poco fue creciendo. El primero en ser parte del equipo fue Sokun y es también una pieza imprescindible de este puzzle.   Seguimos trabajando como el primer día con mucho amor, mucha ilusión con  todas nuestras ganas de ayudar a los niños/as a tener oportunidades de futuro.

En curso 2019-2020 somos 310 alumnos/as y un equipo de 7 personas trabajando en terreno.

Para Alejandra

Un mes en Camboya marcó un antes y un después en mi vida. Me di cuenta que las frontera no existen, que no puede ser que la vida sea tan injusta en función del lugar del planeta en el que naces. Alguien debe hacer algo y me di cuenta que yo era alguien.

En Camboya me di cuenta lo poco que había valorado mi educación.  Simplemente seguí lo que todos hacemos sin pensármelo mucho. Así pasaron los años y acabé mi grado en Periodismo.

Pero a principio de 2015 tuve la oportunidad de conocer la realidad camboyana, las consecuencias de un genocidio que abolió la educación y un sistema público totalmente corrupto. Al mismo tiempo vi como había niños que caminaban una hora para ir al colegio ya fuera a 45 grados o bajo el monzón.  Fue una situación de introspección de darme cuenta lo poco que había valorado la educación y todo lo que había tenido.

Después de colaborar en diferentes proyectos de forma personal decidimos con Chamnan  constituir la Fundación estatal con el fin de poder empezar un colegio en Camboya. No teníamos nada más que unos pocos ahorros y él su tierra. Empezamos sin saber dónde nos estábamos metiendo.

Pero tenía todo lo que me hacía falta para dar color a un lugar del mundo: pasión y ganas, muchas ganas. La gente hablaba de cursar estudios de cooperación primero. Pero, era tan grande lo que sentía que trabajé muchísimo durante dos años para levantar un pequeño colegio tanto a nivel de infraestructura, legal y mil cosas que no sabía. Pero  ahí estaba yo a mis 24 años con un pequeño colegio en Camboya. Y si tuviera que volver atrás, tomaría la misma decisión de nuevo, porque en cuatro años no he dejado de soñar.

Sin duda lo más gratificante en terreno es ver como los padres que preferían tener a los niños en el campo empiezan a ceder a que estudien, matricular a las primeras adolescentes en cursos vocacionales y saber que todos esperan que se acaben las vacaciones escolares para volver al colegio es lo más grande y motivador que existe.

Ahora mismo 300 niños y niñas tienen la oportunidad de tener otra opción de futuro lejos de la explotación, el maltrato, el analfabetismo y la pobreza extrema. Tienen el derecho a una educación completa y a un futuro distinto.

A veces pienso como sería mi vida si no hubiera sido suficiente valiente para empezar el colegio (Camboya Sonríe) . Pero en su día supe que era la felicidad, unos momentos puntuales de la vida en que te sientes grande y no necesitas más. Y, si me preguntaran que me hace feliz: un montón de chancletas apiladas en las puertas de las clases y a final de mes ver como despacito se reduce el absentismo escolar.

Somos unos suertudos y en nuestro ajetreado día a día  hace falta parar y mirar que hemos conseguido en nuestra vida, en cuantas vidas hemos creado un impacto positivo. Estamos hecho de un mecanismo implacable y una batería potente que nos permite hacer grandes cosas.

Apostemos por nuestros sueños, trabajemos para conseguirlos y disfrútemelos aportando cosas buenas en la vida de los otros. Entre todos podemos crear un mundo de colores, está en tus manos elegir de qué color quieres pintarlo.

 

 

 

 

Para Chamanan

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